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Por Claire Gossart y Daniel Sierra

En este último tiempo, el gobierno ha entrado en una profunda crisis de legitimidad, principalmente por los casos de corrupción -PENTA, Caval y Soquimich- que han complicado a políticos tanto de derecha como de la Nueva Mayoría e izquierda. En suma: toda la clase política pareciera estar comprometida en casos ilegales y en turbias colaboraciones con el empresariado.

 

En el ámbito específico de la reforma educacional, la prensa alternativa y estudiantil comenzó a subrayar los matices y los puntos “escondidos” por el gobierno, en particular, las eventuales deficiencias presupuestarias para llevar a cabo las transformaciones en el sistema, y la postergación del proyecto de gratuidad universitaria para el segundo semestre del año en curso, al ser priorizado desde el gobierno el proyecto de Carrera Docente y el de desmunicipalización.

En este marco de descontento general, tanto el debate sobre la educación como las movilizaciones iniciadas el recién pasado jueves 16 de abril, han cambiado de caracterización. Algo no menor, considerando que la primera marcha del año también funciona como un “barómetro” que permite medir y proyectar el grado de presión y potencia futura del movimiento.

“La previa”

Ya en el plenario CONFECh del 21 de marzo los estudiantes decidieron hacer un llamado a marchar el 16 de abril para avivar sus demandas en torno a la educación, pero con un ingrediente nuevo: la corrupción en la clase política. Dicho aspecto fue reforzado en el siguiente plenario, realizado el sábado 11 de abril en Valdivia, en que se acordó que la caracterización de la marcha debía apuntar no sólo a la educación pública y la gratuidad, sino que también al rechazo hacia los políticos corruptos y su capacidad de decisión en el debate, al tiempo que debía acompañarse de un mensaje propositivo que recalcara la idea de una sociedad protagónica a la hora de definir la educación que requiere. De ahí que la consigna escogida fuera “Que los corruptos no decidan lo que Chile necesita”.

Algunas iniciativas calentaron el ambiente reivindicativo la semana antes de la movilización. Primero, la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile votó un paro para luchar contra las expulsiones arbitrarias de estudiantes ocurridas recientemente. Luego, la Facultad de Filosofía y Humanidades de la misma casa de estudios votó un paro para organizar una jornada de agitación y reunión, como también lo hizo la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE, ex Pedagógico) cuyos estudiantes se reunieron casi todos los días para preparar la movilización; similar situación se vivió en la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), lo que no estuvo exento de represión por parte de Carabineros. El histórico Cordón Macul daba sus primeros pasos en la reactivación del movimiento.

En paralelo, otros eventos significativos comenzaban a dar vida a la especial caracterización de la movilización. Por ejemplo, el miércoles 15 de abril, parte de los estudiantes secundarios organizados en la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) se “tomaron” las dependencias de la empresa Soquimich –investigada por casos de corrupción- portando afiches con la consigna “La minera es la nueva sede de gobierno. Que se vayan todos”. A pesar de los 22 detenidos, los estudiantes consideraron que la toma simbólica había sido exitosa. El día antes, 200 estudiantes secundarios y universitarios protestaron frente a oficinas de Penta, otra de las empresas involucradas en casos de corrupción. Ricardo Paredes, vocero de la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (CONES) declaró en ese contexto: “hay que desarticular las redes entre políticos corruptos y empresarios”.

“El día D”

Con 150.000 participantes en Santiago (40.000 según Carabineros), una alta asistencia en Valparaíso y 180.000 en todo el país, la convocatoria a la marcha del 16 de abril fue considerada un éxito. Esto, sobre todo si se considera que el año 2014, a la misma fecha, se había visualizado una importante disminución respecto del 2013, desde 150.000 a 100.000 participantes. Detrás del lienzo que encabezaba la marcha con el lema “Ni corruptos ni empresarios, que Chile decida su educación”, diversas federaciones y carreras universitarias (tanto públicas como privadas) pudieron reconocerse en la multitud: Universidad de Chile, USACH, UTEM, UMCE, Universidad Santo Tomás, Universidad Central, ARCIS, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Universidad Alberto Hurtado, Universidad Diego Portales y Universidad Católica. Sin embargo, a simple vista, más numerosos fueron los estudiantes secundarios, pudiendo reconocerse a jóvenes del Liceo 1 de niñas, Instituto Nacional, Liceo Aplicación, INBA, Liceo Amunátegui, Santa María de Paine, Liceo 7 de niñas, Liceo 4 de niñas, Liceo Cervantes, Liceo Alessandri, Carmela Carvajal, entre otros establecimientos educacionales. Además, la CONES, la ACES y la más reciente Federación Metropolitana de Estudiantes Secundarios (FEMES) se sumaron a la convocatoria, a pesar de las discrepancias que surgieron entre la CONES y la CONFECh a propósito de la marcha convocada por el  Colegio de Profesores para el pasado 19 de marzo (en la cual la CONES había “firmado” un pacto con el ala comunista del Colegio de Profesores, favorable para apoyar la reforma educacional y sobre todo la “Carrera Docente”).

No dejó de llamar la atención que junto a sus alumnos, los profesores de Maipú se movilizaron, aunque más pareció un caso excepcional pero eso no fue la mayoría de los casos; también profesores de la Facultad de Filosofía y Humanidades participaron de la movilización junto a los estudiantes, quienes sumaron a las demandas generales algunas reivindicaciones particulares, como los cambios de los estatutos de la Casa de Bello. Pocos sindicatos asistieron, contándose entre ellos el conformado por trabajadores de la universidad ARCIS –que actualmente atraviesa la peor crisis desde su fundación-, el sindicato de pescadores del sur -cuya representante habló en los discursos finales con mucha emoción e ímpetu- y el sindicato de trabajadores del sector bancario.

El contenido artístico de la marcha, visible desde el 2011, volvió a reafirmar la idea de una movilización que muta desde lo estrictamente “político” a lo socio-cultural, defendiendo y encarnando nuevas maneras de existir frente a la represión y los prejuicios sociales. Entre la multitud se pudo distinguir algunas bandas musicales famosas que comenzaron a tocar incluso antes de que arrancara la marcha, como ocurrió con varios músicos de la Banda Conmoción, mientras que en el acto de clausura participaron artistas de la talla de Manuel García. Más allá de las bandas “profesionales”, la primera línea del desfile de la USACH estuvo formada por mujeres bailando y tocando tambores al mismo tiempo; bailarines estaban igualmente presentes, mientras se pudo distinguir algunos personajes disfrazados o con medias en las caras. Pero son duda la iniciativa que tuvo más impacto en los medios de comunicación fue la quema de figurines representando a Augusto Pinochet, Jaime Guzmán, Michelle Bachelet y Nicolás Eyzaguirre frente a la Moneda, acción organizada por militantes de la Agrupación Combativa y Revolucionaria. Un estudiante de Arte de la UMCE, afirmó la necesidad e importancia de innovar en las marchas, pues las imágenes tienen mucho más peso que las palabras en la mente de la opinión pública. Incluso algunos carros de carabineros resultaron pintados de rosado, como una forma de ridiculizar a la siempre violenta policía local.

La marcha no estuvo exenta de incidentes, pues encapuchados y carabineros se enfrentaron con particular intensidad en la intersección de la Alameda con Ricardo Cumming, donde finalmente los gases lacrimógenos dispersaron la muchedumbre. El saldo fue de 134 personas detenidas y 7 carabineros heridos.

Análisis en el contexto 2015

A pesar de los alentadores números citados más atrás, cabe situarlos en su contexto y realizar un análisis más frío de algunos aspectos presentes en esta marcha. Porque si bien un medio de prensa universitario institucional señaló que  la palabra “unidad” había sido la más repetida en la convocatoria a la movilización nacional (radiouchile.cl), no es menos cierto que desde el principio del año, las preocupaciones en torno a las discrepancias internas del movimiento estudiantil han sido fuertes, algo que en el contexto de la marcha quedó en evidencia revelando importantes diferencias de opinión.

Un caso que lo ilustra perfectamente es la incorporación y participación en la mesa ejecutiva de la CONFECh del presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), el gremialista Ricardo Sande. Ya antes de la convocatoria a la marcha los grupos de la Agrupación Combativa y Revolucionaria habían votado para expulsar a Sande de dicha instancia, bajo el argumento de que no había sido electo como vocero del organismo estudiantil, frente a lo cual Valentina Saavedra, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), declaró: “respetamos posiciones distintas en el seno de la mesa ejecutiva”.

Sin embargo, lo que marcó el punto crítico fue el inicial rechazo al llamado expresado por el líder gremialista, particularmente por estar en contra de la gratuidad universal. “La gratuidad es la principal piedra de tope” señaló, agregando que “además esta marcha arrastra muchas otras consignas implícitas, como la Asamblea Constituyente, en que la FEUC se he mostrado en contra”. Pese a ello, en votaciones internas la moción fue aprobada por 56 de las carreras, mientras que 15 la rechazaron y tres se abstuvieron. José de la Vega, miembro de la Nueva Acción Universitaria –la otra fuerza estudiantil de peso dentro de la casa de estudios- declaró que “la Universidad por una mayoría aplastante se paraliza (…)  por lo tanto mañana la UC se pliega es parte de la marcha, no sólo aprobándolo si no que parando para poder estar presente”.  Frente a eso, el líder de la FEUC tuvo que dar su brazo a torcer y asistir a la marcha, confirmando que fue la unidad de las bases, y no la de los dirigentes, lo que hizo de esta masiva movilización lo que fue. Aún así, más de 100 estudiantes, sobre todo de la Universidad de Chile y de la ACES, marcharon con un lienzo con la frase “afuera Sande de la mesa ejecutiva”.

Ante ese clima, no cabe duda que la CONFECH encontró en la corrupción de la clase política un motivo de protesta que debería aunar a todos los estudiantes y a la sociedad en general. Esto, porque las demandas ya no apuntan únicamente a cambios en las políticas sociales (específicamente de la educación) sino a un cambio más profundo en el sistema político, algo que ya se había esbozado los años anteriores pero que ahora aparecía como uno de los temas clave. Además, la estrategia de caracterizar la marcha en estrecho vínculo con los casos de corrupción pareció acertada al tratarse de un tema que ha estado presente permanentemente en los medios de comunicación más activos de la sociedad.

Sin embargo, hay que preguntarse si es un lema suficientemente abierto para atraer a un público “común y corriente” a la marcha. De hecho, en la síntesis del último plenario CONFECh, se puntualizó la importancia de que cada participante supiera perfectamente por qué estaba marchando. Ahora bien, elegir un tema movilizador y al mismo tiempo atraer un público politizado parece conseguirse fácilmente; el desafío está en convocar además a ese público “común y corriente”, algo que necesita más que un tema movilizador: una concientización más general. Ese fue un reto que no alcanzaron a superar, aún cuando se notó la presencia masiva de universitarios y secundarios politizados o por los menos organizados en un ámbito político-estudiantil, como también algunos profesores y sindicatos. Excepto algunos jubilados, el ciudadano “común y corriente” no estuvo tan presente como se pudiera pensar considerando el contexto de profunda crisis política que se vive. ¿Hasta qué punto fue exitosa la marcha del 16 de abril? ¿Cuánto impacto generó en la ciudadanía?

De todos modos, es un hecho que la primera marcha calentó los motores para nuevas movilizaciones. Valentina Saavedra anticipó que el 1° de mayo, Día del Trabajador, sería la próxima fecha, a lo que se suma un paro nacional a definir entre el 14 y 19 de mayo, justo antes de la cuenta pública de la presidenta Bachelet el 21 de mayo. Para esta última fecha también se fijó una movilización a realizarse en Valparaíso frente al Congreso, lugar desde donde la máxima autoridad se dirigirá al país. Eso, sin contar la participación en movilizaciones convocadas por otros sectores, como el llamado a paro nacional realizado por trabajadores del cobre, forestales, portuarios y de la construcción para el martes 21 de abril, y la Marcha por el Agua y la Vida el 22 del mes en curso. A ello se suman las permanentes manifestaciones que apuntan a identificar y denunciar públicamente a los involucrados en casos de corrupción, como ocurrió con la “funa” al ex alcalde de Santiago Pablo Zalaquett al salir de la fiscalía este lunes 20 de abril.

Fuente: ECO