Por Boris González y Silvia Gutiérrez
El III Encuentro Frontera una vez más evidenció realidades que continúan resquebrajando a Latinoamérica. Un continente cuyo vaivén va confirmando una vocación zigzagueante y errática, de procesos políticos inacabados que sucumben ante las reacciones que la clase dominante de aquí y allá sigue perpetrando. Argentina y Brasil hoy lo testimonian. Chile también lo hace. Al norte y al sur, al este y al oeste vemos episodios de una misma historia.
En esos muchos lugares las fronteras conectan y localizan, también silencian y son cómplices, pero especialmente evidencian como lo hizo el III Encuentro de Frontera “Derechos de las mujeres en la región argentino-chilena. Las nuevas agendas”. En Mendoza, el 22 de abril de 2016, distintas organizaciones reafirmaron su vocación, para adentrarse en una tarea de co-construcción y diálogo sobre políticas públicas y legislación en tres temas centrales: múltiples violencias (feminicidio, trata de personas, violencia de género); otras identidades de género (LGBTI); y mujeres migrantes.
Tres vértebras con innumerables ramificaciones que ampliaron las temáticas que se habían abordado en fronteras anteriores, permitiendo una reunión de experiencias, relatos y perspectivas que confirmaron el sentido del habitar en los márgenes. Las organizadoras –Acción Educativa de Santa Fe, Indeso Mujer de Rosario, Fundación Ecuménica de Cuyo de Mendoza, Corporación Sedej de Chile y Centro de Documentación y Estudios de Paraguay, integrantes del programa MERCOSUR Social y Solidario- lograron desarrollar una jornada que se desenvolvió profunda en su reflexión y debate, siendo al final del día una reivindicación y un llamado, una confrontación y una exigencia que consolide nuestro derecho a la dignidad.
Además, la heterogeneidad de actoras y actores sociales permitió representar bien el sentido de este frontera: comparar realidades y violencias, hacer explícitos discursos y estrategias políticas, compartirlas o disentirlas, reclamar por nuestro derecho al estar aquí y allá sin ser instrumentalizadas, mercantilizadas, vendidas, ofertadas, violadas o desaparecidas. Los testimonios de panelistas y asistentes lograron tejer una red para seguir ampliando los márgenes de un debate que debe ser praxis en lo público y en lo privado, en lo individual pero fundamentalmente desde lo colectivo.
MÚLTIPLES VIOLENCIAS: VIOLENCIA DE GÉNERO Y TRATA DE PERSONAS
En días de consternación por los asesinatos de tantas mujeres, en días de tanta rabia por la impunidad y el desprecio por nuestras vidas, poder reunirse y dialogar en torno a la violencia de género representa la oportunidad de nuevas redes de solidaridad, información y resistencia.
Conocer y reconocer las luchas de otras y otros es lo que nos permite identificar los centros y las periferias, es la advertencia para no crear ghettos en nuestras causas, mucho más colectivas, mucho más comunes, mucho más grandes de lo que a veces imaginamos. Nos permite combatir la ceguera y comprender que invisibilizar al otro, a la otra es también una forma de violencia.
La violencia de género, la trata de personas, y los feminicidios como la expresión más brutal de la violencia machista, son conflictos sociales que pudimos debatir tras las exposiciones de Fabiana Tuñez, presidenta del Consejo Nacional de la Mujer, Argentina; de Yanina Basílico, de la Coord. Cte. Ejecutivo de la Lucha contra la Trata y Explotación de las Personas, Argentina, e Ingrid Almendras, de la ONG Raíces, Chile.
Así pudimos comenzar a comprender que la trata de personas con fines de explotación sexual o laboral, es un conflicto social que crece bajo el silencio cómplice de los Estados, de las paupérrimas legislaciones, del invento de las fronteras y la soberanía, total, puros pobres sin patria: familias completas como mano de obra, cuerpos a disposición del capital, y cuerpos a disposición del deseo masculino. Descubrir que los seres humanos podían venderse una y otra vez resultó ser lo más macabro del patriarcado y el libre mercado.
OTRAS IDENTIDADES DE GÉNERO
En el mismo sentido, que el Estado no reconozca el derecho a la existencia de otras identidades de género, fuera del binomio hombre-mujer nos invita a reflexionar sobre todo lo que es necesario avanzar en estos conflictos. No quitarle su contenido político, su urgencia, su relevancia social. Nombramos para existir, para dar luz en la oscuridad. Accionamos para encender esas luces en el camino, donde había muchas y muchos que no habíamos podido ver.
Lesbianas, gays, bisexuales, trans e inter, con demandas propias y colectivas, con todos los derechos negados, pero con la rabia necesaria para organizarse, para apropiarse del espacio público, para hacer todo lo que quieran, más allá de las leyes, más allá de la iglesia, más allá del cambio cultural que avanza lento pero avanza, por ejemplo a través del matrimonio igualitario o la ley de identidad de género en Argentina.
Hoy conocemos la historia de Amanda Jofré, de aquellas compañeras chilenas que también murieron en manos de la DINA o la CNI pero que hasta la izquierda prefiere omitir. Entendemos un poco más del entramado de violencia, de que las luchas feministas no son exclusivas de quienes nacimos mujeres, sino de todas quienes nos hemos hecho, devenido mujeres. Debates fundamentales tras los análisis y lecturas de Sandra Passarela, integrante de la Agrupación 15 de Julio (Argentina), de Andrés Rivera Duarte, transmasculino, consultor en DD.HH e Identidad de Género OUTH RIGHT y Rolando Jiménez Pérez, Presidente de MOVILH (Chile).
MUJERES MIGRANTES
Hemos comprendido la feminización de la pobreza, y los relatos de aquellas mujeres triplemente explotadas: por ser mujeres, por ser pobres, por ser migrantes. Conocimos el relato de muchas de ellas, y de Natividad Obeso, Presidenta de AMUMRA, que es la Asociación Mujeres Unidas, Migrantes y Refugiadas, quienes han dado una larga batalla en Argentina, y los estudios realizados desde las Universidades, con Victoria Martínez, Licenciada en Sociología e investigadora CONICET, Argentina.
Se plantea que durante estos últimos 20 años ha aumentado la desigualdad en América Latina, repercutiendo en la calidad de vida mujeres y niñas, principalmente indígenas, migrantes, de zonas rurales y analfabetas. Y por tanto, múltiples violencias en razón del género, la raza, la condición étnica, y de migrante, refugiada o desplazada.
Otro ejemplo de personas vulneradas en todos sus derechos humanos, sin dispositivos institucionales que las resguarden, sin redes de apoyo. Sólo discriminación, explotación y más violencia, vayan donde vayan. Vayamos donde vayamos, pues los movimientos de personas, son constantes, y en estos tiempos de catástrofes producto del capitalismo salvaje, seremos hoy o mañana, todas y todos migrantes.
Un encuentro que frente a la desolación de las fronteras, permite poder mirarnos y sentirnos más cerca. Más hermanas, más valientes, más indignadas. Permite abrir los sentidos, y volver a humanizar nuestras prácticas políticas con un horizonte común y colorido, que dice dignidad.
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