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CARTA POLÍTICA DEL IV ENA ENCUENTRO NACIONAL DE AGROECOLOGIA DE BRASIL (SÍNTESIS)

 

“Agroecología y Democracia: uniendo campo y ciudad”

Bajo este lema, el IV Encuentro Nacional de Agroecología (IV ENA) se reunió entre los días 31 de mayo y 03 de junio de 2018 en el Parque Municipal de la ciudad de Belo Horizonte-MG. Por la primera vez, realizamos nuestro Encuentro en una plaza pública. Esa opción muestra nuestro empeño en comunicarnos directamente con el pueblo de las ciudades.

Somos 2.000 participantes venidos de todos los estados brasileños. Somos trabajadores y trabajadoras del campo, de los bosques, de las aguas y de las ciudades, portadores de diferentes identidades socioculturales: pueblos indígenas de 31 etnias, quilombolas, agricultores y agricultoras familiares, campesinos y campesinas, extractivistas (colectores), pescadores y pescadoras artesanos, faxinalenses, agricultoras y agricultores urbanos, geraizeiras y geraizeiros, sertanejos y sertanejas, vazanteiros y vazanteiras, quebradeiras de coco, caatingueiros y caatingueiras, criadores y criadoras en fundos y cierres de pasto, seringueiros, representantes de comunidades ribereñas, de pueblos tradicionales de matriz africana y pueblos de terreiro, técnicos y técnicas, educadores y educadoras, investigadores e investigadoras, extensionistas y estudiantes, además de gestores públicos, representantes de la cooperación internacional y de aliados de la agroecología originarios de 14 países de América Latina y Caribe y de Europa. Con la presencia mayoritaria de trabajadores y trabajadoras rurales, nuestro Encuentro ha logrado una participación paritaria entre hombres y mujeres, contando también con expresiva presencia de las juventudes. Venimos a Belo Horizonte para celebrar nuestras luchas y conquistas. Venimos para renovar nuestras esperanzas. Para reforzar la unidad de un movimiento constituido de tantas e tan expresivas diversidades.

La agroecología cultiva y se alimenta de la diversidad. El ENA es el espacio para compartir los saberes y los sueños que trajimos en nuestros equipajes cuidadosamente preparados en muchos y muchos Encuentros realizados por todo Brasil. Esos eventos preparatorios contribuyeron para fortalecer nuestras articulaciones y redes locales, estaduales y regionales y para actualizar nuestra identidad en torno a valores, principios y prácticas que convergen hacia una misma dirección: Democracia y Bien Vivir.

Al mismo tiempo en que anuncian caminos en esa dirección, las voces de los territorios que aquí resonaron denuncian la violencia y el autoritarismo del latifundio, de los monocultivos, de la minería, de las obras de hidroeléctricas y demás proyectos del gran capital orientados a explotar la naturaleza de forma predatoria para la producción de commodities, productos o bienes primarios comercializados en las bolsas internacionales de mercancías y valores. Denuncian  también el sistemático apoyo político, económico e ideológico aportado por el Estado Brasileño a esos proyectos en beneficio de una minoría parasitaria que se alimenta de un modelo de desarrollo y de abastecimiento alimentario socialmente excluyente y comprometedor de la salud colectiva. Un modelo anclado en el llamado “libre mercado”, que concibe a la tierra de trabajo y de vida como una mercancía como otra cualquiera a ser negociada en los circuitos del capital financiero especulativo.

Los tres primeros ENAs, realizados en 2002, 2006 y 2014, ocurrieran en un período de significativas conquistas del campo agroecológico brasileño. A pesar de la no realización de las reformas estructurales necesarias para la democratización del acceso a los bienes de la naturaleza, comenzando por la tierra, importantes políticas públicas fueron conquistadas en ese período. Fueron políticas inspiradas en experiencias y proposiciones de la sociedad civil que abrieron camino para la democratización del acceso a recursos públicos, contribuyendo al fortalecimiento de las redes de agroecología que se hacen presentes en todo el país. En el 2012, varias de esas políticas fueron reunidas para componer la Política Nacional de Agroecología y Producción Orgánica, una innovación institucional que se sumó a la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, instituida desde el 2006.

Los efectos positivos de esas conquistas no tardaron en aparecer. En poco menos de una década, Brasil salió del Mapa del Hambre de Naciones Unidas, en 2014. Políticas de Convivencia con el Semiárido transformaron la realidad de una región que había contabilizado más de un millón de muertes humanas por los efectos de la sequía al inicio de los años 1980. En la última gran sequía, finalizada el año pasado, la más grande en 100 años, tenemos orgullo de decir que ninguna vida se perdió. Desde el inicio de los años 1990, las luchas populares permitieron la conquista de la tierra para más de un millón doscientas mil familias campesinas y extractivistas (recolectoras). Nuevos circuitos de comercialización de la producción amparados por compras públicas señalaron estrategias para la democratización del consumo de alimentos de alta calidad, promoviendo la seguridad alimentaria y nutricional de segmentos de la sociedad que hasta entonces tuvieron ese derecho negado. Políticas afirmativas dieron los primeros pasos en el sentido de enfrentar desigualdades históricas entre hombres y mujeres en el mundo rural y para reconocer los derechos territoriales de pueblos indígenas, quilombolas y otros pueblos y comunidades tradicionales.

Esa trayectoria virtuosa marcada por conquistas, pero también por profundas contradicciones sufrió una ruptura con el golpe parlamentario-jurídico-mediático que destituyó en 2016 el gobierno elegido con más de 54 millones de votos.

Después del golpe, asistimos al más poderoso asedio contra conquistas democráticas desde el Golpe Civil-Militar de 1964. En el plan institucional, el efecto inmediato de esa ruptura perpetrada por fuerzas usurpadoras de la democracia fue el desmonte sistemático de políticas públicas duramente conquistadas por la sociedad brasileña en los últimos 30 años, desde la promulgación de la Constitución Federal de 1988. Con el golpe, los impactos del desmonte neoliberal sobre el Estado Democrático de Derecho son sentidos de forma cada vez más aguda en nuestras comunidades y territorios.

 

El recrudecimiento de la violencia en el campo se presenta como la más cruel y dolorosa evidencia de esa realidad. El número de asesinatos de compañeros y compañeras, trabajadores y trabajadoras rurales sin-tierra, indígenas, quilombolas, ocupantes, pescadores, asentados, entre otros, creció bruscamente a partir de 2015.

Según datos de la Comisión Pastoral de la Terra, solamente en 2017, fueron 71 asesinatos, más que el doble que en 2013 y el mayor número desde 2003. Los números relacionados a la violencia contra las mujeres, LGBT y jóvenes negros de las periferias urbanas también se multiplican. Asistimos a manifestaciones explícitas de machismo y de racismo y de tantos otros prejuicios.

El flagelo del hambre vuelve a las portadas. El número de desempleados y de desalentados no para de subir. Olas de conservadurismo se diseminan en la sociedad impulsadas por una prensa que desinforma, despolitiza y estimula la intolerancia.

El IV ENA fue convocado y organizado en ese contexto crítico de la vida nacional. Enfrentamos serias dificultades para viabilizar materialmente nuestro Encuentro y su proceso preparatorio. Pero sabíamos de la importancia de superarnos para tornarlo viable.

Esa superación vino de la capacidad de movilización de las energías militantes alimentadas en nuestras luchas cotidianas por la agroecología y por la construcción de la democracia, en los bosques, en las aguas, en el campo y en la ciudad. Vino del espíritu combativo de cada persona y organización que, de forma creativa y cooperativa, contribuyó para la construcción y realización del Encuentro.

Ese espíritu fue puesto a prueba en la semana que precedió al IV ENA, cuando el país prácticamente paró por la interrupción del suministro de combustibles por el movimiento de paralización de los camioneros. Entre los muchos aspectos revelados por este episodio, uno de ellos fue destacado en el IV ENA: la vulnerabilidad y la insostenibilidad del sistema de producción y abastecimiento alimentar impuesto por un puñado de corporaciones empresariales.

La naturaleza anti-popular y anti-ecológica del modelo que desconecta la producción del consumo alimentario y el campo de la ciudad fue expuesta por la crisis de desabastecimiento generada en pocos días de paralización. Un sistema de distribución que depende del transporte a grandes distancias y del consumo voraz de combustibles fósiles, haciendo que los territorios importen cada vez más lo que consumen y exporten cada vez más lo que producen.

Las voces de los territorios oídas en nuestro Encuentro mostraron como la agroecología se construye en todas las regiones del país, en formas de resistencia creativa puestas en práctica por nuestras organizaciones y redes, se constituye como una alternativa a ese sistema homogeneizador y autoritario. Además de contribuir directamente para el alcance de la soberanía y de la seguridad alimentaria y nutricional del pueblo, ellas mostraron como las redes territoriales de agroecología son decisivas en la construcción de la sociedad justa, igualitaria y sostenible por la cual luchamos. Al mismo tiempo, esas voces denunciaron el golpe y el proceso de desconstrucción de derechos en curso.

El IV ENA fue una demonstración inequívoca del crecimiento del movimiento agroecológico en Brasil. Antes de todo, ese crecimiento es una conquista de las luchas populares por la democratización del Estado y de la sociedad brasileña. Nuestro Encuentro mostró la fuerza de la lucha de las mujeres contra el patriarcado y el machismo. Bajo el lema

“Sin feminismo no hay agroecología”

en la lucha contra la invisibilidad y la violencia, las mujeres vienen conquistando sus espacios de derecho, haciendo que sus voces y anhelos resuenen cada vez más alto, elevando el movimiento agroecológico a un nuevo umbral en la lucha por la democracia. Con firmeza, las mujeres negras afirmaron cuan aún es más cruel la violencia sufrida por ellas y apuntan la urgente necesidad que el movimiento agroecológico levante la bandera ​

 

“Si hay racismo no hay agroecología”.

Las juventudes presentes dejaron evidente que la agroecología es una utopía real: con sus propias experiencias y manifestaciones, que expresan coherencia entre el discurso y la práctica agroecológica, apuntaron caminos para el rejuvenecimiento de las agriculturas y de los sistemas agroalimentarios, respetando las diversidades de medios y modos de vida. Las juventudes se posicionaron también en la defensa de la diversidad de las orientaciones sexuales al afirmaren que

“Con LGBTfobia no hay agroecología”.

A pesar de la gravedad de los riesgos inminentes al actual momento histórico, la oportunidad de encontrarnos para debatir los horizontes abiertos a la democratización de la sociedad a partir de nuestras vivencias nos da la certeza que somos portadores de buenas noticias y de caminos alternativos para la superación de la lógica del capital que rompe el tejido social y dilapida la naturaleza. Esa certeza nos llena de ánimo y alegría. El IV ENA fue la expresión condensada de esos sentimientos. Constatamos que nuestro movimiento se amplía y se enriquece por la construcción de alianzas políticas y por el creciente compromiso de otros movimientos y colectivos que luchan por la democracia y por la sostenibilidad de la vida.

La efectiva participación de representantes de organizaciones indígenas, quilombolas, extractivistas (recolectoras) y de muchos otros pueblos y comunidades tradicionales es una expresión de que la agroecología se encuentra consigo misma, con sus raíces fundadoras.

Ese es un avance decisivo para reafirmar la esencia de nuestro movimiento y prevenirnos contra los intentos de cooptación que pretenden reducir la agroecología a un enfoque tecnocrático de “enverdecimiento” de la agricultura industrial.

La presencia en nuestro Encuentro de compañeros y compañeras del movimiento por la agroecología de otros países evidencia que nuestra lucha por transformaciones estructurales es internacional y que debemos ampliar nuestras redes de solidaridad e intercambio entre las organizaciones populares del campo agroecológico de todo el mundo.

Geodésicas de bambú, reciclaje popular de residuos en colaboración con movimientos de cartoneros, alimentos ecológicos producidos, preparados y servidos por trabajadores y trabajadoras sin tierra, tienda de la salud con prácticas terapéuticas populares, ciranda infantil, intercambios de semillas, feria de saberes y sabores con productos de los territorios conquistados y defendidos y compartir de conocimientos valorizando las culturas populares son expresiones de la economía del cuidado, de la reciprocidad y de la solidaridad.

Esas prácticas vivenciadas en nuestro Encuentro demuestran como la agroecología es central para la construcción de otras economías y otras relaciones sociales que se oponen a la privatización de los Bienes Comunes y a la mercantilización de la vida propias a la lógica del capital.

Permaneceremos movilizados a partir de nuestros territorios en la lucha para que la agroecología y el protagonismo de la sociedad civil organizada sean reconocidos y promovidos por las políticas públicas del Estado en todos los niveles y esferas de poder.

En lo inmediato, eso significa nuestra defensa enfática de la realización de elecciones libres y democráticas. Significa también sumar nuestra voz en defensa de la libertad del ex-presidente Lula. Reafirmamos nuestra firme determinación de fortalecer la Articulación Nacional de Agroecología como una red de redes en diálogos y convergencias con diferentes segmentos de la sociedad, en el campo y en la ciudad.

Solamente con el compromiso de buscar la unidad en la diversidad, seremos capaces de dar pasos rumbo a la construcción de un proyecto democrático y Popular para Brasil.

Tenemos la claridad de la dimensión estratégica de la alianza entre la comunicación popular y la educación del campo para fortalecer las luchas contra-hegemónicas. Continuaremos empuñando nuestras banderas y cultivando en el campo, en los bosques, en las aguas y en la ciudad, la conciencia de que la construcción de la agroecología y de la democracia está en nuestras manos.

 

¡Agroecología y Democracia, Uniendo Campo y Ciudad!

 

¡Viva la Articulación Nacional de Agroecología!

 

¡Viva la Lucha de los Pueblos!

 

Belo Horizonte, 03 de junio de 2018